El taller para los Nuevos Creadores Literarios de la Escuela Bambinos AIM ha concluido, su segunda etapa llega a su fin y los libros artesanales están listos. Ahora sólo nos resta compartir con ustedes la antología de textos producida por los jóvenes de 6o, 7o y 8o. grado, quienes mostraron una extraordinaria disposición para el trabajo en equipo, así como un talento artístico muy especial.
Poesía
La belleza de la vida
Vi un mono balanceándose en un árbol,
comiendo una banana
que recogió de unas plantas.
El sol es un tigre
que ilumina las flores
con la brisa.
El sediento bebe del río,
y su lengua suavemente roza el agua.
Desde el fondo del corazón,
el pájaro canta una canción,
es dulce como la fruta,
y cuando sale de lo más profundo
se siente mejor.
El pájaro vuela muy cerca del río,
rozando las flores iba desprevenido;
a lo lejos vio un barco,
ahí había un pirata que con un libro se entretenía,
pero el pájaro no sabía que muy pronto lo atraparían.
Nace un chorizo, muere el búfalo
Necesitas tu router para conectarte al Internet,
o una pistola en la pechuga.
Eres un perro en la casa,
y comes pupusas con frijoles.
Mejor alquila un libro como cadáver.
Tu bolsa está hecha de cordones,
y como buitre sigues, al nacer un chorizo,
al búfalo muerto.
Come maíz.
Las cinco formas del amor
La mariposa se posa en tu piel,
en el bosque encantado
a la luz de las estrellas.
Como una sirena hermosa
bajo el cielo azul, en un castillo.
El mar cristalino, la arena fina como la sal,
camina la pareja bajo la luna de miel de los enamorados.
El atardecer,
con aroma de café y lluvia esparcida por toda la flor;
después, un hermoso rocío.
Tocando tus hilos de pelo amarillo,
acariciados
por los rayos del sol.
Ahora te escribo esta carta.
Agua pintada
El sol es un ángel que da su color a los árboles,
sombra sigilosa como el gato, nube de magia.
El pasto en la luna es de estrellas y planetas.
Libro de plata, flor de arcoíris
Lluvia de oro, su agua pintada.
Solitario animal
En la noche,
tus ojos son dos luciérnagas,
en una flor.
Las mariposas en la pradera
vuelan como hojas
sobre las piedras.
En el castillo, lleno de pintura,
se encuentra la calavera de un solitario animal.
La cámara capta la imagen
de un caballo corriendo velozmente,
como un tren
bajo la luna.
Paz
El lápiz duerme en la mesa,
como una nube bajo el sol del día.
La noche blanca ilumina
las flores en la tierra.
Cuando volví a casa
una blanca paloma
me esperaba con una rosa.
Armonía
En el árbol, cuatro abejas elaboran su miel.
Mientras,
más allá, el mar suena
como el piano que tocaba mi hermana
sobre la colina.
Mención especial: El siguiente trabajo de Isabella Carías fue seleccionado por los instructores del Taller en vista de su profundidad y buen manejo de la palabra poética.
Te amaba y no podía negarlo
Isabella Carías
Era de noche, brillaba la luna.
Bajo mis cabellos despeinados
una luz de intuición:
No sabía que te conocería ese día
no sabía que mi vida cambiaría,
estaba eufórica
bajé
te miré
sonreí
y vacilé
hola fue palabra de amor
adiós fue de dolor.
Sus ojos tan hermosos
llevan una luz de esperanza
sus labios susurraban una canción desconocida
sus dientes hermosos
como perlas
resplandecían a la luz de la luna.
Tus ropas se movían al son de la brisa
cuando me di cuenta que te amaba
fue un momento incomparable,
cuando me di cuenta que sufría
traté de olvidarte,
pero no pude…
no había salida
Rea de tu ser
mis cadenas se aferraban a ti
nunca pude dejar de amarte
nunca pude hallar la llave
al fin, dejé de luchar
y en el último de mis fallidos intentos
acepté mi realidad:
te amaba y no podía negarlo.
Cuento
Una amistad inolvidable
Era un día normal. Natalia caminaba por el parque. De pronto miró un árbol, lo miró extraño, entonces fue a verlo, no le halló ningún significado. Se volvió y cuando volvió a ver, el árbol había desaparecido. Ella no hallaba explicación alguna, estaba atemorizada, así que se fue a su casa. Llamó a su mamá y le dijo todo. Juntas fueron al parque y miraron el árbol, estaba intacto, la niña se asustó y la mamá le dijo que tal vez era sólo su imaginación. Caminaron de nuevo a su casa y la niña volvió a ver al parque y el árbol no estaba. De inmediato la niña le avisó a su mamá, pero al volver el árbol estaba de nuevo en su lugar. La mamá notó a la niña un poco pálida: ¿Mamá mira, es que no lo ves? ¿Qué cosa hija?, dijo la mamá. Era que la niña miraba aparecer y desaparecer el árbol, pero la mamá no miraba nada. Después de unos minutos la niña se fue con su mamá para la casa. Se hizo de noche y se durmió rendida por el cansancio. En su sueño miraba el árbol y a una señora a la que preguntó: ¿Y usted qué hace aquí?”. La señora le respondió: “Yo vivo en esta casa” y señaló hacia la casa que estaba al lado del árbol. Natalia le contó lo que había visto y la señora le explicó que ella también veía lo mismo desde que era pequeña y que, de alguna forma extraña, ella era amiga de ese árbol desde hacía mucho tiempo. Desde ese día, nadie supo ese secreto, sólo Natalia, la señora y, por supuesto, el árbol.
Los niños del río Ulúa
Hace mucho tiempo que mis amigos se bañan en el río Ulúa. Hacen una fiesta, se bañan en el río, cocinan carne asada, disfrutan bebidas y es una gran celebración. Es algo irresistible, porque se divierten en juegos interminables.
Los niños usan flotadores para que nunca se ahoguen. Nadan en el agua y disfrutan la diversión. Usan silbidos de fuego, cohetes explosivos, usan fuegos artificiales, vuelan aviones y ponen a flotar botes de papel. Favor disfrutar esa celebración antes del conteo regresivo de diez segundos para la medianoche.
La cruz y la casa abandonada
Un día, unos niños estaban jugando afuera de una casa abandonada, siempre nos habían dicho que no nos acercáramos porque nadie sabía lo que había allí. Pero un día un grupo de tres niños se metieron en su interior, pero no encontraron lo que esperaban ver: como un par de muebles viejos o cosas así; sólo encontraron una vieja cruz dorada y sin ningún rasguño ni un poco de polvo; entonces los niños se la llevaron a su casa. El primer niño que se la quedó, al siguiente día su perro estaba muerto. El niño, muy asustado por el suceso, devolvió la cruz al siguiente niño que se la iba a quedar, y sucesivamente sucedieron cosas peores. Los niños regresaron a la casa para devolver la cruz, pero alguien les dijo que no entraran porque el día atrás una señora se había muerto en un accidente, entonces le dijeron que ellos habían entrado a las casa y que ahí no había nadie. Pasaron los días y aunque intentaban deshacerse de la cruz, esta siempre aparecía en sus casas.
Entonces fueron a la casa a devolverla y cuando entraron la puerta se cerró inmediatamente y quedaron a oscuras. Después de un rato, en el fondo de la habitación, vieron a una señora sentada en una silla, y cuando intentaron correr escucharon una voz macabra que les decía: “Ahora ustedes se quedan”.
Desde entonces, nadie los volvió a ver jamás.
La lluvia de oro
“Mi dulce árbol,” comenzó la joven, observando con gran curiosidad y simpatía el enorme y frondoso árbol. “Me han dicho que eres mágico. Y la verdad, como no creerlo. Te mantienes tan hermoso todo el tiempo que es difícil no pensarlo.”
La joven tomó asiento frente al árbol, y sacó de su bolso sus últimas gotas de agua. “Si eres mágico, sólo tú lo sabrás. Y si es el caso me gustaría pedirte algo.”
“Sabrás que mi pueblo pasa por una gran sequía. Las personas pelean por gotas de agua, como leones hambrientos en el desierto.” La joven continuó: “Sé que estas gotas de agua no son mucho a cambio de lo que pido. Quisiera que pudieras cambiarme estas gotas por un tazón de agua, que pudiera compartir con los demás en el pueblo, e intentar así calmar nuestra sed.”
La joven depositó las gotas de agua en las raíces del gran árbol, y se disponía a partir cuando un estruendoso sonido la detuvo.
El árbol se abrió y de sus raíces salió la criatura más hermosa que se hubiese visto. Un ángel tan grande y hermoso que era casi cegador. Y con la voz más placentera que había oído: “Acepto tu ofrenda. Tienes un corazón bondadoso y te daré tu recompensa. Vuelve a tu pueblo.”
Diciendo esto, el ángel desapareció y la joven regresó a su pueblo. Y al llegar a la aldea gris y seca, encontró el regalo del ángel. Por todo el pueblo la gente se regocijaba y extendía sus brazos hacia la lluvia de oro que caía incesante.
La joven sonrió uniéndose a los regocijos, con una sonrisa en el rostro mientras observaba el cielo. “Gracias”: susurró al rostro del ángel que sonreía desde las nubes.
Noche de recuerdo y olvido
¡Qué noche!
Nos encontrábamos en una casa abandonada, tantas cosas extrañas sucedían. Efrén, mi amigo, me tomó de la mano. Sentí un gran alivio al sentir la presencia de Efrén.
Después de unos minutos, en el horizonte había una luz azul que iluminaba nuestras caras, no había una explicación de lo que podía ser.
Nos propusimos a seguir la luz, era un recorrido por un pasillo largo y que parecía que no tenía final. Llegamos a un cuarto, nuestra gran impresión fue que lo que producía la luz era nada mas que una lámpara de mesa que había quedado encendida.
De repente, vi que Efrén ya no estaba. Me sentí más sola que nunca, pero al estar sola me puse a pensar. Tuve un recuerdo, de aquella noche trágica donde Efrén había sido asesinado. Había olvidado por completo que él había muerto.